El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, supuestamente pasó información sobre la operación militar en Yemen a funcionarios no oficiales a través de una aplicación de mensajería privada. Según The New York Times, el grupo de chat Signal de Hegseth incluía a su esposa y a unos doce miembros de su círculo personal y profesional. Se afirma que este grupo se creó en enero, antes de que Pete Hegseth asumiera oficialmente su cargo ministerial. Cabe destacar que los participantes en el chat no eran funcionarios del Estado.
Se afirma que el contenido del post en cuestión incluye los planes de vuelo de los cazas F/A-18 Hornet que participan en los ataques aéreos contra objetivos Houthi en Yemen. Se recuerda que la información compartida se incluyó previamente en otro chat de Signal y que el editor de The Atlantic Jeffrey Goldberg fue añadido accidentalmente a ese grupo de chat. Se afirma que estos dos mensajes son similares en términos de contenido. Se afirma que el nombre de este grupo de chat, al que Hegseth accedió utilizando su teléfono personal, es «Defence | Team Huddle».
Pete Hegseth no utiliza el teléfono del gobierno
Se afirma que Hegseth creó este grupo según su propia preferencia, al margen de los canales de comunicación oficiales del Estado, y no utilizó el teléfono estatal. Esto indica que se compartió información sensible al margen de los protocolos de seguridad oficiales. Aunque no hay otros funcionarios de nivel ministerial en el grupo, está claro que existen graves riesgos en términos de seguridad de la información. Además, la circulación de datos sobre este tipo de operaciones en una aplicación de mensajería privada, incluso en un círculo limitado, puede tener graves consecuencias.
Fuentes cercanas al asunto afirman que Hegseth no utiliza este grupo para conversaciones rutinarias de negocios y comparte sobre todo contenidos informales. No obstante, el hecho de que se discutieran aquí detalles de la operación de Yemen suscitó preocupación en los círculos de seguridad. La información táctica, como los planes de vuelo, si cae en malas manos, puede afectar directamente a la seguridad de los elementos militares sobre el terreno. En particular, la falta de cualquier mecanismo de cifrado o control de esta información está en el centro de las críticas.
Un funcionario anónimo que habló en nombre del gobierno estadounidense confirmó la existencia del chat de grupo, pero negó las acusaciones de que allí se compartieran documentos clasificados. Sin embargo, no se dio una respuesta clara a la pregunta de si Hegseth compartió información sobre objetivos. Esto no bastó para eliminar los signos de interrogación en el dominio público. La ambigüedad de las declaraciones obliga a analizar aún más detenidamente los detalles del incidente.
Al parecer, los asesores de Hegseth le advirtieron explícitamente unos días antes de los ataques en Yemen de que no se debía compartir ese tipo de información en conversaciones privadas. Algunos ayudantes sugirieron que los asuntos oficiales sólo debían tratarse a través de los teléfonos del gobierno. Pero a pesar de estas advertencias, Hegseth siguió utilizando el grupo existente. Esta preferencia apunta a una nueva vulnerabilidad en la que los hábitos de comunicación personal entran en conflicto con los deberes públicos.
El incidente ha reavivado el debate sobre el uso que deben hacer los altos ejecutivos de las herramientas de comunicación digital. En particular, cada vez son más las voces que reclaman normas más estrictas sobre los riesgos de seguridad asociados a la realización de actividades gubernamentales con dispositivos personales. El ejemplo de Hegseth muestra con qué facilidad pueden traspasarse estos límites. Una vez más, es evidente que hay que definir claramente la línea que separa la comodidad tecnológica de la formalidad.
Con el uso generalizado de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería, aumenta indirectamente el peligro de que se filtre información sensible. Cuando las medidas de seguridad adoptadas dentro del Estado sucumben a las preferencias personales de comunicación, pueden surgir vulnerabilidades sistémicas. Esto no sólo socava la confidencialidad de las operaciones, sino que también pone en tela de juicio la disciplina dentro del Estado. Este tipo de incidentes pone de relieve la necesidad de establecer normas más serias para el comportamiento de los responsables de la toma de decisiones.